Un paciente muy querido nos cuenta su experiencia a través de la distonia focal, esperando que en ella encuentren aliento y sirva para visibilizar esta enfermedad que ataca a los músicos.

Comparto una breve crónica de mi experiencia con la Distonía Focal, con la cual espero poder generar conciencia de la importancia del balance, tanto físico como emocional, en el estudio de la música. Así mismo, espero que esta crónica pueda servir de apoyo a otros colegas músicos que estén pasando por experiencias similares. Recuerdo que cuando yo buscaba en foros de internet la forma en que otros músicos habían enfrentado la Distonía, era muy desalentador notar que la gran mayoría de ellos había optado por dejar el instrumento, ya que no se habían podido recuperar. Creo que es importante cambiar esa visión y compartir historias que cuenten la otra cara de la Distonía, que puede ser una experiencia positiva después de todo.

Comencé a estudiar violín a los 15 años, una edad tardía para lo que es común en este instrumento. Desde el principio me gustaba mucho el instrumento y por lo tanto estudiaba casi todo el tiempo. Un año más tarde tuve un accidente en el que me fracturé el húmero izquierdo. Después de recuperarme de la fractura continué estudiando el violín con ahínco. Mi dedicación con el violín dio resultados cuando me ofrecieron una beca para estudiar en los Estados Unidos. En ese momento supe que estaba en el camino correcto y que las cosas saldrían bien. Al llegar a Estados Unidos estudiar se convirtió en mi primera prioridad, desafortunadamente empecé a notar que las secuelas de la fractura comenzaban a surgir. El movimiento de mi brazo izquierdo era algo limitado y me impedía ejecutar ciertos pasajes con fluidez. A pesar de eso, continuaba estudiando de manera casi obsesiva, quería llegar a ser un gran violinista y sabía que el único camino era la dedicación.

Mi obsesión por el estudio y por hacer las cosas bien ponía un gran peso sobre mis hombros y llegó el momento en que muchos factores convergieron y se detonó un problema en mi dedo meñique de la mano izquierda. Noté que me costaba trabajo controlar el movimiento de mi dedo de forma voluntaria. Lo atribuí al cansancio o a la mala técnica. Pasó el tiempo y mi problema empeoraba a pesar de mis esfuerzos por controlar el movimiento de mi dedo. Pensé que quizás era el resultado de la fractura en mi hombro por lo que después de terminar mis estudios con muchos problemas, regresé a México para que me operaran del brazo. Después de la operación sentí que mi brazo se movía con mayor libertad, pero el problema con mi mano continuaba sin mostrar ninguna mejoría.

En ese momento comenzó un largo recorrido para buscar soluciones. Un día buscando lesiones en músicos, encontré un video sobre la Distonía Focal en un violinista y me di cuenta que eso era exactamente lo que a mí me sucedía. Acudí a ortopedistas, neurólogos, terapias, hipnosis, acupuntura y Técnica Alexander. Ésta última no me aportó soluciones en el momento pero probó ser una herramienta muy valiosa para mi recuperación futura. Tristemente ninguna de las opciones de tratamiento daba resultados y según las fuentes médicas que leía las probabilidades de recuperarse de la Distonía eran sumamente escasas.

El proceso duró un par de años y se convirtió en algo sumamente desgastante para mí, al grado en que pensé abandonar el violín completamente. A pesar del desgaste, estoy muy agradecido por todo el apoyo recibido de médicos, terapeutas y todas las personas que fueron parte de ese proceso, ya que siempre me brindaron una excelente atención y siempre mostraron una gran calidez humana.

Después de haber probado diferentes tratamientos decidí acudir con Sandra Romo, a quien había encontrado tras buscar en internet toda la información que pudiera encontrar sobre la Distonía. Fue muy reconfortante asistir a mi primera sesión con Sandra y escucharla hablar con mucha tranquilidad acerca de la Distonía, como si de un simple resfriado se tratara. La mayoría de los médicos evitaban el diagnóstico pues sabían que médicamente no hay tratamientos efectivos. El trabajo con Sandra fue un largo proceso en el que no solo aprendí acerca de mi mano y los músculos involucrados en el movimiento sino también aprendí a conocerme a mí mismo. Noté que mi forma de enfocar las cosas era en gran parte la causante de la Distonía. El estudio obsesivo, la necesidad de estar en control, el buscar la perfección sin importar los medios, mi forma de enfrentar los errores; todo influía en el desarrollo de mi problema con la mano.

La recuperación no estuvo exenta de altibajos y el apoyo de mi familia y amigos fue fundamental en los momentos en que las cosas parecían no funcionar. El proceso fue lento y duró varios años, yo había vivido con la Distonía por 5 años antes de empezar mi tratamiento. Había muchas cosas que estaban muy arraigadas en mi forma de tocar derivadas de mi propia adaptación al problema con mi dedo. Tuve que cambiar mi concepto de sonido, como enfocaba mis metas al estudiar, aprender nuevas sensaciones, regular la fuerza y la energía que usaba para hacer movimientos y muchas otras cosas que no funcionaban.

Finalmente, entendí que es más importante la consciencia en lo que hacemos, y no simplemente estudiar por estudiar. Que los errores son parte del aprendizaje y que debo involucrar a toda mi persona en el proceso, no sólo las manos importan, importan las emociones, aprender a escucharse a uno mismo y al cuerpo en su totalidad. Ahora busco la eficiencia al momento de estudiar violín y no me enfoco en que suene bien sino en que yo me sienta bien.

Curiosamente mis resultados son mejores de esta forma, encuentro que puedo expresarme más libremente a través de mi instrumento y que no tengo que estudiar todo el día para lograr algo. Siempre me ha gustado enseñar a otros a tocar el violín y mi experiencia me ha dado muchas herramientas para ayudar a mis alumnos a que se desenvuelvan con mayor naturalidad con el instrumento. Desde mi perspectiva actual, enfoco la Distonía como una gran oportunidad que me ha permitido crecer como persona y como músico.