Sandra Romo

Martes, 5 de diciembre de 2017

En 1981, Jennifer Dunning, publicó en el New York Times un artículo titulado “Cuando los dedos de un pianista dejan de obedecer”, donde expuso la problemática por la que cursaba Gary Graffman. Su padecimiento era devastador siendo concertista, ya que sus dedos anular y meñique de la mano derecha no se lograban posicionar de forma natural cómo solían hacerlo en ciertos pasajes musicales. Más tarde se supo que esa condición era distonía focal.

La distonía focal es un trastorno neurológico que se manifiesta con la pérdida del control de movimientos voluntarios que antes eran ampliamente capacitados (contracciones, espasmos, temblor o muecas1). Esta incoordinación tiene patrones diferentes en cada individuo y resulta ser muy incapacitante; por ejemplo un guitarrista que intenta hacer una cejilla y el dedo índice se levanta, mientras el dedo medio se va hacia la palma de la mano. Se estima que el 1% de los músicos puede llegar a desarrollarla. Sus causas, aún no están del todo claras, pero se ha visto una alteración en la integración sensorimotora. En un inicio de la enfermedad, los movimientos no deseados aparecen en ciertos pasajes musicales, y únicamente con el instrumento, es decir, que si se intenta hacer esos mismos movimientos en el aire, los puede realizar sin ninguna dificultad, por lo mismo, un gran error es que el músico al pensar que le falta práctica, aumente su intensidad de estudio, empeorando los síntomas, y en consecuencia la alteración de los movimientos aparecen incluso en otras actividades (como al teclear la computadora, vestirse, o escribir)

Las investigaciones sobre la causa de esta enfermedad continúan, pero se sugieren algunos factores de riesgo para adquirirla

  • Tocar instrumentos que requieren habilidades motoras excesivamente finas aunado a tendencias musicales perfeccionistas u obsesivas.
  • Cambios repentinos e intensivos de técnica, instrumento, repertorio, o ante la preparación de un examen o recital con estrés de por medio.
  • Antecedentes traumáticos como fracturas o esguinces.
  • Antecedente de alguna afección relacionada a la práctica del instrumento, como tendinitis o síndrome por sobreuso.
  • Algunos músicos asocian el inicio de la distonía con algún desequilibrio psicológico, como depresión, crisis ansiedad, o después de algún evento traumático personal, familiar o social.

Abordar los factores anteriores resulta la mejor forma de prevenirla. Les recomiendo no auto-exigirse, sobre todo en estudios o ensayos que orillen al agotamiento mental, así como evitar quedarse en el mismo pasaje musical: “hasta que me salga, hasta que me salga”.

Hace algunos años la literatura decía que no había cura. Ahora, cada vez se reportan más casos de éxitos terapéuticos. Con mis pacientes descarté desde el principio que fuera una enfermedad incurable y a base de un programa de reeducación sensorimotora especial que diseñé, la mayoría de mis pacientes han vuelto a tocar. El tratamiento tiene como principal objetivo lograr que el músico integre gestos, posturas y posiciones más amigables para el cuerpo, y una mayor independencia de dedos, primero sin el instrumento y poco a poco introducirlo hasta lograr controlar nuevamente los dedos. Se requiere un gran compromiso y mucha paciencia pues el tratamiento, por desgracia, es muy lento.

1)En los instrumentistas de viento, se ven involucrados los músculos que realizan la embocadura, por lo mismo, se le llama: distonía de embocadura