Sandra Romo

Sábado, 22 de julio de 2017

Últimamente se escucha cada vez más el término «Psicosomatizar», que es cuando los síntomas se revelan como manifestaciones físicas de conflictos psíquicos y su mensaje puede develar el problema de fondo o raíz de la enfermedad.

No solemos estar pensando en los músculos que mueven nuestros dedos para tocar, porque funcionan bien y damos por hecho que siempre será así; no prestamos atención hasta que abusamos del cuerpo exigiéndole muchas horas de estudio sin escuchar el cansancio ni los reclamos que hace el cuerpo para detenernos a escucharlo. Sólo si se prolonga esta molestia y llega un dolor de importancia es cuando acudimos a algún médico quien brindará, haciendo honor a su nombre, medicamentos. Pensando que el síntoma es un enemigo, un evento desafortunado, la postura ante el síntoma suele ser: «hay que atacarlo, salir rápido»

En el libro de «La enfermedad como Camino» de Dethlefsen y Dahlke, se sugiere que la única enfermedad determinante es el «mal estar» del individuo, y que todo lo que llamamos «enfermedades», son en realidad síntomas de esta única enfermedad. Así, según los autores, los pulmones son extremadamente sensibles a la tristeza y la melancolía; los riñones reflejan nuestros miedos; el hígado, nuestro gran laboratorio químico, convierte a la vesícula biliar en una cantera bajo la presión de la ira y de la amargura; y el estómago, es afectado por las preocupaciones y el estrés.

Alivio de dolor de cabeza en tan solo 20 minutos, la pastilla que puede llegar hacia nosotros tan fácilmente, sin que consideremos, la causa de ese malestar: ¿fue algo que comí, estoy bajo presión, me desvelé, tengo tensión en el cuello, me enojé con mi pareja, etc? Solemos dejar nuestra salud en manos de medicamentos para desaparecer al síntoma a toda costa, pudiendo elegir todo un abanico de posibilidades dentro de la Industria farmaceutica, dándole más peso a la causa orgánica que a la emocional. Y es que, incomoda tanto hablar de lo emocional, pero ¡al levantamos de la cama, no dejamos la ansiedad, la tristeza o la preocupación en la cama! Nos hemos separado de la consciencia de nuestra totalidad, y solemos diferenciar y marcar el límite entre lo corporal y lo emocional. A mi parecer, y dentro de mi experiencia, polarizarse y dejarle todo el peso a una causa física, así como a una causa emocional, genera desacuerdo entre profesionistas de la salud y respuestas extremas y poco empáticas hacia nuestros pacientes. Y esto convencida de lo multifactorial como origen. Nótese lo extremo que por un dolor en el dedo del pie izquierdo, sin tacto y sin saber realmente quién eres, te digan que es“porque tienes conflictos no resueltos con tu madre”. He podido ser testigo de síntomas post-trauma que englobaron un componente de mala atención por parte de los médicos, con falta de empatía, tratamientos invasivos, y cómo al tocar esa zona vulnerable, se desencadenan recuerdos y emociones. He sido testigo de cómo se puede acelerar un proceso terapéutico con pacientes con distonia focal y dolor crónico, por trabajar tanto aspectos de consciencia corporal como de consciencia emocional.

Existen diferentes posturas sobre el origen de la enfermedad, así como la terapéutica a elegir, desde tratamientos muy tradicionales, hasta los alternativos y poco convencionales. Normalmente la medicina considera las causas orgánicas-físicas y solo hasta que se descartaron éstas, se contempla el plano emocional, colocándolo en lo psicosomático. Aquello que está sucediendo dentro de nosotros, nos concede una pausa para contemplar la enfermedad desde otro ángulo, tal vez revertirla y si no es posible, aceptar una vida diferente. Emoción y cuerpo, cuerpo y mente, alma y cuerpo, podemos según nuestra creencia correlacionarlas. Esperemos cada vez ser más los que abrimos nuestra consciencia hacia terapéuticas más integrales que consideren la totalidad individualmente y colectivamente.